sábado, 29 de junio de 2013

La mirada



Hoy me has vuelto a mirar, con la misma inocencia del día d. Como si no me conocieras, como si quisieras fundirte conmigo pero no te atrevieras a hacerlo evidente, como si pudieras hacerlo sin tener consecuencias. ¿Por qué? ¿Por qué otra vez? ¿Soy yo la única que no quiere repetir lo que tanto daño me hizo? Supongo que la única a la que le hizo daño fue a mí …
Es curioso que este momento “mirada” no se da sólo contigo, también Adam me lo ha regalado, como el que regala un caramelo a un niño para que luego vaya a pedir a mami que se lo compre. ¿Por qué? Yo no he pedido nada … no necesito esas miradas, no las quiero, no me hacen bien. Y tampoco creo que os hagan bien a vosotros. ¿Para qué?
No entiendo, no lo entiendo, no te entiendo. Ni a tí, ni a Adam. Ni a Adam, ni a Keith, ni a ninguna de las estrellas que pobláis el cielo que veo cada día. ¿Y cómo se supone que lo puedo entender? La vez que he podido preguntar me he frustrado tanto que … que me he llegado a plantear cambiar de galaxia.
Y aquí sigo, tecleando los inescrutables caminos de Santiago que el cielo que veo dibuja, sin tener la más remota idea de a dónde van ni de dónde vienen. Lo que parece evidente es que están llenos de piedras.

Etiquetas: