lunes, 23 de enero de 2017

Mr Col y el Sr Catcall

¿Nunca te ha pasado que una asignatura te gusta o la detestas dependiendo de qué profesor la explique? Esto exactamente experimentó Susan en sus año de prácticas de la universidad. La teoría de los años anteriores había pasado sin pena ni gloria. Eran sólo palabras concatenadas en cierto orden para responder a preguntas concretas. Nada más allá de memorizar. Pero a la hora de vivir en propias carnes las consecuencias de esa teoría … la filosofía detrás de los axiomas teóricos se volvía trascendental … dependiendo de con quién se viviera. Cada profesor vendía su enfoque a sus asignaturas de una forma humanamente personal. No había dos iguales. Y realmente daba igual de qué asignatura se tratara, con el profesor Col todo parecía maravilloso. La forma en la que hacía las cosas las hacía parecer fáciles, incluso divertidas … La vida era un juego de niños usado por adultos. Esto fascinaba a Susan. Hasta el punto en que casi llegó a obsesionarse con Mr Col. Durante el último mes de clase, reajustó su horario para sólo ir a sus clases, descuidando incluso su tesis, basada en otro grupo de asignaturas, que dirigía el señor Catcall. Muy bueno también, atento, siempre estaba por sus alumnos, se desvivía por ellos. A veces incluso se implicaba demasiado … implicación que también demandaba.
Para cumplir con el programa de estudios, Susan terminó su tesis con el Sr Catcall. Entregó religiosamente en fechas y contenido y consiguió su merecido sobresaliente. Estaba preparada para saltar a la vida laboral. Aunque se le iban los ojos con Mr Col. Si tuviera dinero, hubiera continuado estudiando ad eternum con tal de verlo, escucharlo, hablar con él, debatir sobre las asignaturas …

Esta dicotomía entre lo correcto y lo que podría ser daba que pensar a Susan. A sus 23 años no tenía que decidir aún el resto de su vida, y se planteaba si las emociones despertadas por Mr Cal seguirían coleando en un futuro sin él … o si la corrección del Sr Catcall la llevaría a una vida profesional satisfactoria … total, ya decidiría cuando llegara la hora.

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lunes, 16 de enero de 2017

Borgen o House of Cards?

En los últimos años el panorama político español se ha vuelto muy interesante. Desde el ya histórico Mayo del 2011, mientras yo trataba de comenzar una nueva etapa en mi vida, las gentes acamparon en las principales plazas de las principales ciudades del país. Desde la caída del muro de Berlín cuando apenas era una niña, no recordaba que las personas que pueblan un país, realmente pudieran influenciar en la política. Y así aparecieron partidos políticos que no existían antes, otros cobraron más importancia y los de siempre … siguieron donde siempre.
Hará algo más de un año que una buena amiga me recomendó un par de series danesas. Cansada de las americanas de siempre, me dijo, había descubierto que los trabajos tanto televisivos como cinematográficos escandinavos aportan contenido a la vez que forma. Y así fue como descubrí Borgen. Engullí las 3 temporadas en poco tiempo. Es una de esas series que te atrapa y de la que te gustaría seguir viendo capítulos, aún sin importar cuál fuere el hilo argumental. ¿Y por qué? Porque en Borgen se demuestra cómo se puede hacer política siendo honesto con uno mismo y con los demás, sin necesidad de utilizar la manipulación. Tengamos en cuenta que estos políticos daneses, al menos en esta ficción, tienen verdadera motivación pública: hacer política para el pueblo, con el pueblo.
También me habían recomendado House or Cards. Dicen que el mismo Obama reconoció que esta serie representa con bastante fidelidad cómo es la vida en la casa blanca. Y con una adicción parecida, ya he visto la primera temporada y estoy un tanto picada con la segunda. Sin embargo, aquí la motivación de los protagonistas es … diferente. Frank, el protagonista que habla al espectador, hace carrera (per)siguiendo su interés personal. “A un paso de la presidencia y ni un solo voto emitido a mi favor. La democracia está sobrevalorada.”, dice él mismo en uno de los capítulos.
Y una vez conocidas ambas ficciones, no puedo evitar cuestionarme cuál de las dos me gusta más, de cuál puedo aprender más. Curiosamente, ambas formas de hacer política también las he vivido en mi vida laboral. Una, anteponiendo las personas, los valores y el bien común, y otra donde quien tiene poder lo utiliza con las capas que le quedan más altas, para ascender, dejando huérfanos a aquellos que el organigrama deja por debajo.
Dicho esto, no creo que tenga importancia cuál me gusta más, sino si quiero dedicar mi tiempo libre dedicado a series a trasladarme a un mundo de la gominola, en la calle de la piruleta, donde se puede ser poderoso a la vez que honesto, o si quiero utilizar este tiempo para ver en la ficción lo que desgraciadamente pueda ver en mi vida real. Y lo peor no es que la realidad sea así de triste. Lo peor es que la realidad siempre supera a la ficción.
Feliz semana.

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