lunes, 20 de abril de 2015

Un Cristo

Un Cristo. Así podría definir una de las vivencias que acaban de terminar. Se trata de una persona a la que acudí por consejo de una amiga, bien hecho en aquel momento. El nacimiento de esta relación fue bonito, como el del niño Jesús. Humilde, con sus reyes adorando, recogido … y poco a poco fue dando sus milagros, como los que Jesús llevó a cabo en su vida pública. Milagros bonitos, cada uno en su momento y en su justa medida. Muy precisos, en el punto clave. Maravillosos. Marcando la diferencia.
Hasta que un día los astros se alinean y varias circunstancias provocan que esta vivencia se parezca más a la vida de Brian que a Jesús de Nazaret. Malentendidos por doquier, equivocaciones en nombres (como el mensaje que Brian escribe a modo pintada en contra de los romanos que los propios romanos le corrigen en latín), una desvirtuación total y absoluta de algo perfecto, que en unos días se convierte en una pesadilla. Como cuando descubres que el hombre de tu vida ronca como un cerdo y le huelen los pies a queso de cabrales.

Una pena que esto ocurra en un momento así. O no. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Ahora me veo obligada a tirar más de mí misma. Tampoco creo que esté mal. Total, al final siempre lo termino haciendo. 

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