domingo, 18 de febrero de 2018

El bebé que habla


El bebé, recién salido del cuerpo de su madre, dijo en voz alta: “Eso que llamáis nacer, no es más, que empezar a morir”. La matrona que lo sujetaba por los tobillos lo soltó del susto y se llevó las manos a la boca para tapar su sorpresa.
-          Espero que sea usted más cuidadosa cuando le quite la vía a mi madre – dijo el bebé, mientras se sacudía los restos de placenta de la cabeza y se ponía de pie. – Anda, pásame las tijeras y la pinza esa cutre de plástico para el cordón umbilical.
-          Cariño, ¿qué pasa? – preguntó la madre, que desde la cama no alcanzaba a ver lo que pasaba en el suelo.  -¿Quién ha dicho eso?
-          Vaya, así que me ha tocado una madre sin instinto. ¿Es que no reconoces la oz de tu hija? ¿o es que no esperabas que fuera yo la que comenzara nuestra primera conversación?
Imitando los movimientos de un lémur, el bebé subió por las patas del monitor al que su madre estaba conectada. Llegó arriba y se sentó con las piernas colgando.
-          Sí señora, aquí estoy, ya soy tuya. Es lo que querías, ¿no? 9 meses sin dolores de regla, ha debido de ser un gustazo, y además este pobre que puso el esperma ha hecho de tu mayordomo todo este tiempo. No te podrás quejar – dijo, subiendo una ceja y cruzándose de piernas.
La comadrona cayó de rodillas al suelo y rompió a llorar. Los dos enfermeros que habían ayudado al parto, así como el anestesista que también había vigilado el proceso, salieron corriendo del paritorio, dejando volar tras de sí las mascarillas y los gorros verdes desechables.
-          Amor, ¿en las clases de preparto mencionaron algo sobre bebés que hablan? Igual a mí me pillaron mirando el móvil y no me enteré – preguntó el padre a la madre -. Ya sabes que yo asistía sólo para aprovecharme de los permisos que me daban en el trabajo.
-          Cielo, - a la madre se le aceleró la respiración, cosa que no le pasó durante el parto, ya que la epidural eliminó los síntomas físicos naturales de la parturienta. – Cariño, creo que estoy teniendo alucinaciones. Igual al de la anestesia se le ha ido la mano.
-          Je je je, eso te gustaría a ti maja. No estás alucinando. Soy tu bebita, a la que acabas de dar a luz, y sí, soy yo quien te habla. ¿No decías que querías enseñarme todo de la vida, influir en un lienzo en blanco para dejar tu huella? Pues, paradojas de la vida, yo he tomado también mi decisión. Igual no estaba en tus planes que tu bebé se comportara como un adulto ya en sus primeros momentos de vida, pero tampoco entraba en mis planes nacer, y aquí estoy.
-          Ay señor de mi vida, ¿dónde está la cámara oculta? ¿Quién nos ha dado el cambiazo? ¡¿Qué clase de muñeco infernal eres?! ¡Por dios bendito!
-          Verán ustedes, - contestó el bebé, que de un saltó subió a la cama entre las piernas de la madre-. Lamento tener que ser yo misma quien les desvele esta verdad sobre la vida, pero 40 semanas de gestación han acabado con mi paciencia. – Miró al padre y dijo – Tener un hijo, una hija en este caso, no es gratis ni la mayor satisfacción de vuestra vida. Tener un hijo, una hija en este caso, no sirve para recibir una dosis diaria de cariño, ni para sentirse realizado, o realizada – puntualizó, dirigiendo su mirada hacia su madre.
>> Tener una hija significa arrancar un alma de la inexistencia para tenerla en casa durante al menos los 18 años que marca la ley. Si os separáis podéis repartiros ese tiempo, truco que muchas parejas usan hoy en día. Y obligar a alguien a vivir, a alguien consciente de su propia existencia es una decisión cargada de consecuencias. Y no sólo para los padres, como se suele pensar. – El bebé subió caminando por la cama hasta acercarse a la almohada, donde se sentó.  – Resulta que este tema vuestro de querer ser padres también me afecta a mí. Y a mí, nadie me ha preguntado.
-          Virgen de la macarena, ¡que venga un médico! ¡ Socorro! ¡Que venga alguien por favor! – exclamó la madre que arañaba las sábanas al intentar levantarse, pero la epidural mantenía sus piernas dormidas.
-          ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que alguien se lleve a este demonio! – gritó el padre, que se escondía aterrorizado detrás de la cama.
-          Ay ….. no…. no soy ningún demonio, ni nadie me va a sacar de aquí. Ahora sois vosotros, mis padres, lo que acarrearéis conmigo allá donde yo os pida que me llevéis, cuando yo quiera y como se me antoje. Querida madre, si te ha parecido normal que esos 3 que han salido huyendo tuvieran que empujar tu barriga para que yo saliera, en lugar de hacerlo tú como madre voluntaria que eres, también deberá parecerte normal que yo te de órdenes, ¿no? ¿No pretenderás que yo esté aquí también ara satisfacer tus deseos? Para eso haberos comprado un perro, o más barato aún, haberlo adoptado de la perrera. Querido papi, más te vale ir lavándome que si la placenta se seca se arranca muy mal de la delicada y suave piel de un bebé como yo. A ver si mientras se le pasa el atontamiento a este inútil que tienes por novia. Y espero que la ropa que me hayáis traído para el primer día de mi vida vaya a juego con mis ojos, porque si son, esta noche va a dormir Rita la cantaora. Lo que sois vosotros, no vais a pegar ojo.

Sugerencias: la secuencia de reacciones está separada en el tiempo. Aclarar desde el principio de los discursos que es el bebé quien habla, para darle aire y facilitar la comprensión.  Frases más cortas.

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sábado, 10 de febrero de 2018

recuerdo en el recuerdo


Una larga fila de turistas blancos pisoteaba la cresta de la duna. En el corazón del desierto de Namibia, las dunas están compuestas sólo de arena naranja fina, sobre un suelo desnudo cubierto nada más que de la misma arena.
Como caprichos de la naturaleza, estos montículos se presentan estables bajo un cielo de azul uniforme y estático, sin mancha, coronado por el sol meridional africano. El grupo de viaje del que yo formaba parte estaba compuesto por personas que no nos conocíamos de nada, más allá de los acompañantes que voluntariamente cada uno había elegido. El azar y la agencia que nos vendió el viaje crearon una familia temporal que duraría los 24 días de itinerario. Esa mañana, la actividad programada era subir la duna conocida como “45” y ver amanecer desde allí. Como ovejas que siguen al pastor, mi grupo y otros seguíamos la línea que separa las dos laderas de la duna, manchando con los colores de nuestras vestimentas del primer mundo aquel paraje que daba cobijo a las criaturas del desierto. Una vez bajamos, todos en la misma fila que formamos al subir, nos dirigimos a un antiguo lago salado próximo a la duna. Su suelo era blanco, duro, con grietas, sobre las que se erigían los esqueletos de los árboles que el viento había respetado. Dicho suelo, el naranja fosforito de las dunas que lo rodeaban y el azul cyan infinito del cielo recreaban la imagen de un helado del corte de tres sabores al que apetecía darle un bocado.
Me despegué del grupo, ya que la extensión del lugar de visita me lo permitía, y sola caminé buscando la frontera del lago con la duna del fondo. Una vez tomada cierta distancia, por escuché el sonido del viento libre que allí corría. Un viento que no conocía fronteras y avanzaba y retro cedía a placer según la presión atmosférica. Ya había escuchado antes ese sonido, en un lugar lejano en el tiempo y la distancia. Ese susurro me trasladó a las llanuras hondeadas de la mancha, en las que pasé los primero diecisiete años de mi vida. De alguna manera, este viaje también era un retorno a mi yo ancestral, al que escuchaba la naturaleza.
La cultura rural se inventa santos que ayudan a las cosechas como excusa para comer, beber y hacer comunidad. El 25 de Abril, San Marcos, es un día consagrado a la merienda con familia en el campo. Una hogaza de pan con un huevo y un chorizo es el alimento top ventas que asegura los ingresos de los panaderos ese día.
Mi madre nos llevaba a las 5 hermanas a donde mi padre estaba trabajando ese día. Los parajes manchegos son llanuras salpicadas de pequeños montículos de tierra roja, hierbas silvestres verde oscuro y piedra gris que bordean los campos de cultivo de cereal, olivos y vides. En primavera, el sol aparece ante las escasas nubes y da al cielo un color azul claro que aporta el tono de paz acorde con la tierra. Todas éramos fruta de la unión azarosa de células de esos dos adultos, que voluntariamente se unieron y normalmente formábamos una fila ordenada por edad.
Ese San Marcos asentamos la manta que servía de mantel a la sombra de una encina, en la ladera de un cerro rodeados de trigo y centeno en crecimiento. Una vez habíamos comido, la animada conversación en familia sobre el cole, los vecinos y la sequía bajó de volumen e intensidad. Así, aproveché para alejarme un poco, caminé hacia el sembrado y a dos metros de llegar a éste una ráfaga de viento me atravesó. El silbido de ese viento me enseñó en mi infancia que hay sonidos naturales cuyo origen no es un ser vivo. Y me despertó la curiosidad por conocer lugares donde los humanos aún no habitan.
-       ¡Rosa, ven aquí!
Esta llamada materna en mi recuerdo irrumpió en mi andadura solitaria en el lago seco del desierto. Escuché aquí de nuevo mi nombre, con un tono de sugerencia en lugar de imperativo, de la guía de nuestro viaje, que, a fin de cumplir el timing de la jornada, nos recogía de nuevo hacia el camión, el redil móvil que nos llevaría al siguiente destino del viaje.

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