miércoles, 26 de noviembre de 2014

Ese lugar llamado inexistencia.

Estaba Gabi perdida en el limbo de la inexistencia, flotando en el vano éter que envuelve todo aquello que aún no existe. Esta masa flotante se encuentra mezclada con  el generador de tiempo y espacio, y como ahí no hay espacio, no es posible describir dónde se encuentran uno y otro.
En tal lugar, Gabi no podía ver a nadie, no tenía conciencia de si había alguien más en esa situación, si quiera de cuál era la situación. Tampoco era consciente de sí misma, ya que en el vacío de la inexistencia la percepción tampoco existe. De hecho este lugar donde la inexistencia reside, es un invento del escritor, un artilugio creado donde poder colocar a los seres en un momento del tiempo anterior al que aparecieron en este mundo.
Tras esta divagación sobre la existencia del lugar de la inexistencia, procedo a continuar con el relato.
Estaba Gabi perdida en el limbo de la inexistencia, flotando en el éter vano que envuelve todo aquello que aún no existe. Y una vez allí, en un momento inmencionable, porque el tiempo en este no-lugar no existe, algo o alguien decidió que Gabi cambiara su estado de inexistente a existente. Con lo que se colocaría como una semillita en la barriga de alguna voluntaria (o no) futura mamá. A partir de aquí el proceso de gestación y nacimiento seguro que el lector ya lo conoce.
La cosa es que nadie le preguntó a Gabi si quería abandonar para siempre su estado de inconsciencia e inexistencia, con todo lo que eso conlleva. Es como cuando a una persona le dan un puesto de trabajo que no quiere desempeñar. No lo hará bien, y además es muy probable que no ayude en nada a sus compañeros. Siempre hay más personas existentes a las que influye lo que uno hace. Esto, creo, no pasa así en la inexistencia, ya que no existe la influencia y nada sobre lo que influenciar. Gabi se sentía muy cómoda en la inexistencia porque así podría formular su no-vida como quisiera, sin que nadie más se viera afectado, porque no había nadie más a quien afectar.
De la misma forma, no hay nada que influya en la inexistencia de Gabi. No hay nada que otros inexistentes hagan que a ella le salpique, ya que las salpicaduras tampoco existen. Gabi también adoraba esto. ¡Tanta independencia y posibilidades a la vez! ¡Y sin coste alguno! Realmente, la inexistencia es el paraíso en el que Gabi se siente más plena. Más Gabi.
El mundo es todo lo contrario a esta inexistencia idílica. Aquí todo, todo, es una maraña inconexa sin objetivo que engalía a todo cristo para exprimirle su jugo y después dejarlos tirados en la más triste soledad de la muerte. Algo, o alguien, arranca los seres de la inexistencia para traerlos al mundo, en el que les espera un viaje temporal, más o menos placentero, con un final irremediable que puede, o no, tener sentido para la mente de los susodichos. Por qué y para qué son preguntas que la humanidad lleva contestándose desde que existen evidencias de la misma. Contestar por contestar a la ingente demanda de los seres de darles sentido a una cosa llamada vida que ninguno de ellos pidió.


Lamentablemente la inexistencia no existe en esto que conocemos como mundo. Hablar de la inexistencia no es sino hablar de una fantasía que Gabi no puede alcanzar. Ni tan siquiera rozar con la punta de los dedos.

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