domingo, 30 de septiembre de 2012

Soy.



Soy una esposa que no se ha casado,
una madre que no tiene hijos,
una novia soltera,
una viuda cuyo marido no ha muerto.
Soy una jefa sin subordinados,
una escritora sin obras,
una fan que no pertenece a ningún club.
Soy una abortista estéril,
una niñera sin bebé que cuidar,
una viajera sin destino,
una estudiante sin plan académico.
Soy una promesa que nunca se hizo,
una lista sin fin,
una desesperada que sigue esperando.

Feliz domingo.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

En el peor sitio ... en el peor momento.



No sé por qué te he conocido en el barco. No debería ser así. Y aunque diga y me crea que no quiero nada, sabes que en el fondo me derrito cuando te miro a los ojos. Es así, las cosas son así. Y me rayo cuando no me miras mientras me hablas. Y me jode pensar que estés con otra chica. Y me encanta mirarte, con el pelillo recién cortao, las orejas que te mordería, el cuello que te acariciaría, y los labios que te besaría.
Te besaría la cara, la frente que te crece y te acompleja, el cogote que me tienta a pegarte una colleja o un pellizco. Te magnetizaría las manos para que no pudieras separarlas de mi cuerpo. No te rasques la cara, que te quedarán marcas y la tienes bonita.
Sueño con que me digas “guapa” como aquella vez. La única vez. La única vez que me sirve de recuerdo y consuelo, a la vez de alegría y tristeza. Esbozando una sonrisa recuerdo como me acurruqué sin pedirte permiso; como acudía a tu llamada sin que nada quisieras. Con incredulidad recuerdo las frases inacabadas que me dirigiste. La voz. Cómo razonando sabías que aquello no podía ser, y como tus ojillos chispeaban como supongo que los míos hacían. Y dejabas caer  un “te miro a los ojos y …” que nunca terminaste, ni terminarás, por mucho que me joda reconocerlo.
Te miro y trato de curar esta enfermedad que me has causado. Hago que el verte todos los días me haga más fuerte y me ayude a reaccionar con normalidad a esta situación irreal que tenemos. O que al menos tengo yo.

Etiquetas: ,

domingo, 23 de septiembre de 2012

El Taxista.



-        Hola, ¿qué tal el vuelo? – dijo el taxista mientras cogía la maleta.
-       Oh, gracias … bien, un pelín retrasado.
Desde que Gabi había decidido montarse el negocio por su cuenta tenía más relaciones profesionales que personales. De hecho quien la esperaba en el aeropuerto, la llamaba para ver si había llegado ya y la dejaba en la puerta de su casa sana y salva era el taxista al que Gabi contrataba para sus viajes. Jorge, nombre al que respondía dicho conductor, permanecía callado durante todo el trayecto, no ponía la radio, apenas si preguntaba cortésmente sobre el destino en cada ocasión y siempre encontraba la temperatura adecuada dentro del vehículo. Se disculpaba si el tráfico les retrasaba, hecho del que estaba lejos de ser responsable; permanecía en la sombra delante del volante, casi ausente … su presencia apenas era perceptible. Cumplía con su deber de forma exquisita, correcta, tanto que era imposible no adorarle, al menos profesionalmente.
Jorge el taxista era la prueba evidente del cambio de vida que Gabi ha experimentado en los últimos tiempos. “Pago a alguien para que haga lo que normalmente haría un familiar o amigo cercano”. En este caso la empresa lo pagaba … pero la frontera que separa a la Gabi persona de la Gabi empresaria es muy difusa. Ni siquiera ella es capaz de encontrarla y dibujarla en muchas ocasiones. A veces (cada semana?) se pregunta a sí misma si tener tanta independencia la hace más libre o más esclava de sus propias decisiones. A veces este pensamiento pasa de soslayo por su mente … y otras permanece ahí durante días. Cuando esto último pasa, aparece otra pregunta: “¿Es realmente necesario encontrar una respuesta?”

Que paséis un buen domingo.

Etiquetas: