sábado, 18 de abril de 2020

La paz de las cosas salvajes

Cuando la angustia por el mundo crece en mí
y despierto en la noche con el menor sonido,
preocupado por qué será de mi vida y de las vidas de mis hijos,
voy y me acuesto allí donde el pato mandarín
descansa en su belleza sobre el agua y la garza real se alimenta.

Entro en la paz de las cosas salvajes,
que no cargan sus vidas con la anticipación del lamento.

Entro en la presencia de las aguas tranquilas,
y siento sobre mi cabeza a las estrellas invisibles al día,
que están esperando su luz.
Por un momento, descanso en la gracia del mundo, y soy libre.

The pace of Wild Things, by Wendell Berry, translated by Andres Martin Asuero

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viernes, 10 de abril de 2020

Nunca pensé que fuera a vivir esto

Antes de septiembre de 2017 (luego explico por qué) de vez en cuando me preguntaba qué se siente al vivir un acontecimiento histórico. ¿Cómo influye en tu vida personal? Cuando veía reportajes sobre disputas entre etnias, me preguntaba qué pasaba entre personas que eran amigas antes de que la raza fuese más importante que la persona. Y llegó septiembre de 2017. Las cortes catalanas aprobaron una ley para hacer un referéndum ilegal (con respecto a la legalidad española) con el fin de declarar la república catalana independiente según los resultados del citado referéndum. Luego vino el 1 de Octubre que no hace falta que yo recuerde aquí. Y todos los actos que convirtieron Barcelona y alrededores en un lugar imprevisible. Mis amigos indepes me llamaron esclavista y me trataron peor que a una cagarruta de perro que encuentras en la calle. Ya estaba viviendo un acontecimiento histórico.
Un remake de todo aquello hemos vivido también este último octubre de 2019, con la sentencia del juicio. Cada día, ya fuera lunes, jueves o domingo, cada día, cortaban la meridiana a las 22:00h. Muchos días otras tantas calles más. Un martes que salía de mi formación de Mindfulness en Barcelona, tardé una hora en llegar a casa (a esa hora normalmente tardo 25 minutos) porque las calles por las que iba circulando me las encontraba cortadas. Y creo que estos cortes seguían ocurriendo de forma diaria hasta hace pocas semanas, cuando la prohibición del gobierno de salir de casa le han quitado todo el sentido.
Hoy me he duchado después de desayunar. Me he puesto perfume del caro. Me he echado en la cara esa muestra de serum antiedad que me regalaron en la droguería. Me he puesto mi camiseta preferida. Pero no voy a ver a nadie, ni nadie me va a ver a mí. Está prohibido por decreto ley. Mi familia está a 1000 km. Hablo con mis amigos por skype de vez en cuando. Me he dado de alta en una app de ligar, y he comenzado a escribir en otro blog sobre cómo me va esa experiencia. Y mientras, en el curro se atormenta una vecina. Mi mente me la sigue jugando cada vez que me despisto. Y me pregunto si soy la persona que me gustaría ser. Y estoy adaptada al entorno de este mundo. Y para qué alguien arranca almas de la inexistencia y las trae a este lugar inhóspito. Esta última frase contiene demasiadas asunciones … 

Nunca pensé que fuera a vivir una pandemia. Desde que puedo tomar decisiones en mi vida, el 98% de ellas están orientadas a reducir riesgos. “El riesgo es vivir” escuché en un documental. Efectivamente. Y ahora, ¿qué? Todo mi dolor sigue guardado esperando una razón para salir. Todo mi miedo sigue dentro de mi propia prisión. Muchos de mis sueños están escritos en una libreta. Los que he cumplido me recuerdan que vivir merece la pena. Merece la pena el dolor, el miedo, y a lo que nos exponen. Porque del dolor más grande sale la bondad más grande también. Y del miedo más terrorífico sale la valentía más limpia. Y sólo con estos dos elementos ya puedo cumplir el resto de sueños que me proponga.

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