Eddie y Gabi. El acercamiento que las alejó.
Eddie y Gabi se conocían del barrio. En los últimos meses,
habían trabajado juntas en la asociación
de vecinos buscando espacios inutilizados que se pudieran convertir en zonas
verdes. Coincidían en su afición por caminar y en la curiosidad de mirar detrás
de cada valla. Las cañas y conversaciones después de las batidas crearon a su
alrededor un aura que las unía como si fueran la misma persona.
Decidieron irse juntas a Palm Springs unas semanas en
verano. Había parques naturales alrededor, ciudades interesantes que ver y algo
de oferta cultural. 3 semanas podrían parecer mucho tiempo, pero ya que iban a comprar
un billete tan largo, merecía la pena alargar la estancia. A priori.
Ambas habían salido con más amigas algunos fines de semana. A
Gabi le había parecido normal que Eddie se llevara su desayuno (que no ofreció
ni compartió con nadie9 y que siempre fuera la primera en ducharse. No le dio
más importancia. “Qué chica más espabilada”, pensó en alguna ocasión.
Cuando el grupo de convivencia está reducido a dos, las 24
horas del día pueden hacerse muy largas. Cada comida, cena, llegada a hotel,
ducha, ruta, actividad, es una decisión conjunta a tomar. La forma de ocupar el
tiempo lo es todo en unas vacaciones. Durante su trabajo en la comunidad y sus
charlas, parecían tener un enfoque muy parecido en muchos aspectos de la vida. Se
habían reído mucho y disfrutado esos ratos.
Pero no es oro todo lo que reluce. Ni 3 semanas son un finde
en la sierra.
Gabi se cansó de escuchar la tele cada noche porque Eddie
tenía la sana costumbre de dejarla puesta mientras se dormía, cosa que con
frecuencia ocurría con el aparato aún puesto. ¿Tenía Gabi que decirle a Eddie
que limpiara los pelos del suelo del baño? Para personas bien entradas en la
treintena, a Gabi esto le parecía un poco fuera de lugar. ¿Era necesario ocupar
todas las mesas, sillas de las habitaciones, modificando incluso el lugar de
algunos muebles para poder tenerlo todo a mano? Eddie jamás se ha planteado si
mantener unos minutos de silencio, sencillamente porque no hay nada interesante
que decir, puede estar bien, incluso ser saludable para la mente humana.
El viaje que prometía ser una prolongación del acercamiento
de estas dos mujeres maravillosas terminó constituyendo un hito que las alejó a
su vuelta a la rutina. Hasta el punto en que apenas se han cruzado una vez en
la panadería cuando ya ha pasado un mes desde su vuelta.
Tan previsible como no deseable. Así es la naturaleza
humana.
Feliz domingo.
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