Olores.

Supongo que no soy la única a la que le pasa, sin quererlo memorizo olores y los asocio a lo que los rodea. Como cuando abro una lata de berenjenas de Almagro, si cierro los ojos veo la tienda de detrás de la plaza de mi pueblo donde las vendían a granel, en una tinaja de barro que por aquel entonces era tan alta y más ancha que yo, impregnada durante años de ajo, comino y vinagre.

Ayer fui a una tienda de cosméticos sucursal de una cadena famosa por sus descuentos, regalos y promociones. Mi acompañante tenía la posibilidad de elegir un producto de la tienda (cualquiera) y adquirirlo gratis, así que yo comencé a probar colonias (por si caía la breva). Encontré un olor que adoraba hace años cuya pista perdí.

Hoy llevo todo el día oliendo a mezcla de violetas y azahar, una fragancia suave, inevitable y agradablemente pegajosa que no me da respiro, como pronóstico de que me esperan muchos días más envuelta en aroma de flores. Qué guai !