martes, 14 de noviembre de 2023

Escribir cuando te sabes leída

No sé realmente si el título es una expresión correcta o no. 

Me refiero a que, desde que publico algo de lo que escribo en internet, nunca he tenido la certeza de que alguien lo fuese a leer. Es una incógnita. Si supiera quien quiere leerlo, le haría la vida más fácil y se lo haría llegar por email. Pero no es lo que quiero. Yo escribo. Lo publico aquí. Quien quiera leerlo y sea capaz de encontrarlo, aquí lo tiene.

Hace un par de meses supe que hay una persona que leía religiosamente todas las entradas de este blog. Me ha dado un poco de vergüenza. Bueno, me ha dado muuucha vergüenza, dado el calibre de barbaridades que he soltado en este sitio. Y he de reconocer que, aunque sé que la persona no tiene esta intención, ahora estoy condicionada. Me siento observada. Y, como el árbol que cae en un bosque solitario, ahora sueno al caer. Dicen que el simple hecho de observar algo lo altera. Y puedo corroborarlo ya que es lo que yo he sentido al saberme leída por alguien que yo no esperaba. Es este detalle lo que me ha condicionado. No esperaba, en absoluto, que esta persona fuera a leer este blog. Es uno de los David.

Y ahora, si David está leyendo esto, puede que sienta algo parecido a lo que yo sentí cuando supe que él había leído todos y cada uno de los posts. No se trata de una venganza ni nada de eso, no me entendáis mal. También reconozco que, como aspirante a aprendiz de escritora, me encanta que alguien disfrute leyendo lo que yo escribo. Se trata simplemente de... devolver el equilibrio al sistema. De recuperar mi equilibrio que es parte del equilibrio del sistema. Yasta.

Y ahora podemos continuar con este soleado día festivo de Octubre :-)

domingo, 22 de noviembre de 2020

Mi nueva normalidad

 Este es el cuarto fin de semana que no tengo ninguna actividad social. Los días de lunes a jueves ya ni los cuento. El confinamiento municipal de fin de semana que ha impuesto la comunidad en la que vivo ha ayudado, sin duda. De los 3 núcleos de amigos cercanos que tengo, 2 completos viven fuera de mi municipio y el otro está, desde hace unos meses, también en su mayoría fuera de él. Los sábados arreglo la casa y me dedico a mi estudio futuro. Los domingos salgo a caminar por los alrededores y me dedico un poco a mí. 

Miento, hoy he hecho una llamada por skype al mediodía mientras me tomaba unos cacahuetes. Vermut virtual lo hemos llamado. Y ha estado bien. Puede que el domingo que viene salga a correr con la profe de yoga y otra compañera. Aunque no denomino al núcleo del yoga como “amigos” o “social” está suponiendo un apoyo que no había previsto. Ha sido una grata sorpresa. Va a ser cierto eso de que las cosas buenas las encuentras donde menos te lo esperas. 

Contacto social casi nulo. Trabajo y casa. Deporte. Escuchar mi podcast de música. Mi vida se reduce (o amplía) a esto. Relaciones personales escasas. Nunca han sido boyantes. Y a cierta edad la mayoría de nosotros tiene una familia propia. Me refiero a la que una crea en torno a sí misma, no a los padres y hermanos. Hermana que ahora está cerca y tiene su círculo más amplio que el mío.

Me comparo con otros. De libro es algo que no lleva a ningún sitio. Bueno sí, lleva a una espiral autodestructiva que ya conozco y que sólo va hacia abajo. 

Los encuentros virtuales los hacemos ahora que no hay otro remedio. Una vez la gente puede salir y ver a los que tiene cerca, no hace sentido quedarse en casa para hablar con quien está lejos, aunque la afinidad para mí con algunas personas que están lejos sea mayor. Igual es esta una de las causas. Nunca me he ocupado en tener un gran apoyo social, de amigos. Han sido el trabajo y el sustento los que han dirigido mis movimientos de vida. Y no he sabido (hasta ahora) aprovecharlos para crear en torno a ellos el resto de cosas importantes en la vida. Y la suerte, o cupido o el dios de los amigos no me han ayudado mucho más. 

En cualquier caso, ¿cómo me siento con eso? La vida, al final, es tan buena o mala, tan feliz o plena como yo la quiera hacer sentir. Y eso sí que depende sola y exclusivamente de mí. Sé hacerla sentir bien. Sé y quiero hacerlo. La mente, y su incansable búsqueda e inconformismo, es la que me la juega a veces, como también sé ya. 

Así que bueno, esta es mi nueva normalidad. El sentimiento de no ser suficiente acechará siempre. Siempre que no lo sustituya por el sentimiento de estar haciendo lo que quiero y me place en cada momento. Como esta sobremesa en un banco de la plaza, al sol de noviembre, con mi vicio y el silencio de los árboles al que el viento mueve. Y el placer de escribir algo que me sirve a mí y que creo que a otros puede gustar. De nuevo, el alcance social que mis escritos tienen es muy limitado. ¿Y qué? ¿A quién le importa? ¿Me importa a mí? A estas alturas, sólo es relevante si quiero montar un negocio online que me ayude en mi sustento, en el momento en que lo necesite. 

Teatro. Lo tuyo es puro teatro. Falsedad bien ensayada. Estudiado simulacro. Este es otro ámbito a ampliar con una lengua que no es la mía. ¿Por qué no? Sólo si lo quiero y digo que no a las renuncias que suponen. Es otra opción. 

Y todo lo demás, absolutamente todo lo demás, sólo está en mi mente. Imponerme ser mi propia jefa, con el mismo rigor que exijo al resto. Eso será lo que me de plenitud en los momentos en que aparentemente no la sienta. 

¿Qué haces tú?

Feliz domingo.

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sábado, 18 de abril de 2020

La paz de las cosas salvajes

Cuando la angustia por el mundo crece en mí
y despierto en la noche con el menor sonido,
preocupado por qué será de mi vida y de las vidas de mis hijos,
voy y me acuesto allí donde el pato mandarín
descansa en su belleza sobre el agua y la garza real se alimenta.

Entro en la paz de las cosas salvajes,
que no cargan sus vidas con la anticipación del lamento.

Entro en la presencia de las aguas tranquilas,
y siento sobre mi cabeza a las estrellas invisibles al día,
que están esperando su luz.
Por un momento, descanso en la gracia del mundo, y soy libre.

The pace of Wild Things, by Wendell Berry, translated by Andres Martin Asuero

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viernes, 10 de abril de 2020

Nunca pensé que fuera a vivir esto

Antes de septiembre de 2017 (luego explico por qué) de vez en cuando me preguntaba qué se siente al vivir un acontecimiento histórico. ¿Cómo influye en tu vida personal? Cuando veía reportajes sobre disputas entre etnias, me preguntaba qué pasaba entre personas que eran amigas antes de que la raza fuese más importante que la persona. Y llegó septiembre de 2017. Las cortes catalanas aprobaron una ley para hacer un referéndum ilegal (con respecto a la legalidad española) con el fin de declarar la república catalana independiente según los resultados del citado referéndum. Luego vino el 1 de Octubre que no hace falta que yo recuerde aquí. Y todos los actos que convirtieron Barcelona y alrededores en un lugar imprevisible. Mis amigos indepes me llamaron esclavista y me trataron peor que a una cagarruta de perro que encuentras en la calle. Ya estaba viviendo un acontecimiento histórico.
Un remake de todo aquello hemos vivido también este último octubre de 2019, con la sentencia del juicio. Cada día, ya fuera lunes, jueves o domingo, cada día, cortaban la meridiana a las 22:00h. Muchos días otras tantas calles más. Un martes que salía de mi formación de Mindfulness en Barcelona, tardé una hora en llegar a casa (a esa hora normalmente tardo 25 minutos) porque las calles por las que iba circulando me las encontraba cortadas. Y creo que estos cortes seguían ocurriendo de forma diaria hasta hace pocas semanas, cuando la prohibición del gobierno de salir de casa le han quitado todo el sentido.
Hoy me he duchado después de desayunar. Me he puesto perfume del caro. Me he echado en la cara esa muestra de serum antiedad que me regalaron en la droguería. Me he puesto mi camiseta preferida. Pero no voy a ver a nadie, ni nadie me va a ver a mí. Está prohibido por decreto ley. Mi familia está a 1000 km. Hablo con mis amigos por skype de vez en cuando. Me he dado de alta en una app de ligar, y he comenzado a escribir en otro blog sobre cómo me va esa experiencia. Y mientras, en el curro se atormenta una vecina. Mi mente me la sigue jugando cada vez que me despisto. Y me pregunto si soy la persona que me gustaría ser. Y estoy adaptada al entorno de este mundo. Y para qué alguien arranca almas de la inexistencia y las trae a este lugar inhóspito. Esta última frase contiene demasiadas asunciones … 

Nunca pensé que fuera a vivir una pandemia. Desde que puedo tomar decisiones en mi vida, el 98% de ellas están orientadas a reducir riesgos. “El riesgo es vivir” escuché en un documental. Efectivamente. Y ahora, ¿qué? Todo mi dolor sigue guardado esperando una razón para salir. Todo mi miedo sigue dentro de mi propia prisión. Muchos de mis sueños están escritos en una libreta. Los que he cumplido me recuerdan que vivir merece la pena. Merece la pena el dolor, el miedo, y a lo que nos exponen. Porque del dolor más grande sale la bondad más grande también. Y del miedo más terrorífico sale la valentía más limpia. Y sólo con estos dos elementos ya puedo cumplir el resto de sueños que me proponga.

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domingo, 8 de marzo de 2020

B90 programa 500. Un año después


Justo hace un año cambié la asistencia a la manifestación del día de la mujer por viajar a Madrid. Iba yo sola a asistir a la grabación del programa 500 de un podcast que había comenzado a escuchar algunos meses atrás. La música siempre ha estado presente en mi vida. Ha jugado un papel fundamental en algunos de los momentos más difíciles y cruciales que he vivido. En los últimos años, la vorágine del trabajo y los desplazamientos, habían propiciado que dejara esta afición atrás, hasta que la combinación del deporte y este podcast, trajeron de vuelta una década clave para mí, los 90.
Mi vida ha cambiado a mejor desde la grabación de ese programa. Por primera vez mi voz se escuchó en las ondas, y estoy bastante contenta de la intervención, sobre todo teniendo en cuenta que fue completamente improvisado. Allí conocí a personas que comparten la pasión por la música, con un estilo cercano al mío. Personas con las que he asistido a muchos conciertos desde entonces. Personas de las que estoy aprendiendo mucho y gracias a las cuales recupero la fe en que el mundo me ofrece la posibilidad de hacer aquello con lo que más disfruto.
“Pedid, y se os dará”. Pedí música, y con bienvenido a los 90, tengo para hartarme.
Feliz domingo.

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domingo, 23 de febrero de 2020

Concierto DeWolff y The Down Brothers

El concierto de anoche en la sala Wolf de Barcelona fue uno de esos eventos que me cambió el ánimo, el cuerpo y que me rozó el alma.
La coincidencia del nombre de la sala y el grupo principal de la noche ya de por sí es algo que te dibuja una sonrisa en la cara. Una sonrisa que al principio puede ser inocente, y que nunca pensé que terminaría convirtiéndose en un sentimiento de felicidad y alegría plenas cuando terminara el concierto.
La sala estaba muy despejada cuando entré, apenas habíamos entrado unas decenas de personas, pero la primera fila pegada al escenario ya la habían ocupado unas personas mucho más altas y corpulentas que yo, por lo que tuve que buscarme un lugar alternativo desde el que poder disfrutar del espectáculo. Un escalón situado a la izquierda del escenario sería mi lugar.
Vi a un chico moreno, con el pelo corto y barba larga, muy guapo, que parecía que también iba solo. Nos cruzamos una mirada, pero me dio vergüenza decirle nada. Él se puso en segunda fila, justo en el centro del escenario. La sala comenzaba a llenarse, así que el miedo a perder mi lugar privilegiado a apenas dos metros del escenario se sumó a mi miedo a hablar con un desconocido que me atraía, y no le dije nada.
Prefiero no recordar lo que me cobraron por una cerveza local, de las que bebo porque no hay otra, y cuando le daba el tercer o cuarto trago, The Down Brothers salieron a escena. 4 componentes: un bajista que cantaba, un guitarrista, un teclista y un batería. Todos con vestimenta un tanto formal, ocuparon el escenario en el que cada uno gozaba de su espacio. El teclista rodeado de su teclado y el Hamond que después utilizarían DeWolff.
Me lo pasé muy bien viéndolos y escuchándolos tocar. Me pedí otra birra ya cercana la hora de que salieran DeWolff y viendo que la sala respetaría los horarios. La verdad es que no puedo hacer una crónica desde el punto de vista musical. No tengo tanto criterio. Lo que sí puedo decir es que estos cuatro chicos, con un equipamiento modesto (no cambiaron de guitarra ninguna vez) con siguen que te metas en su música. Creo que con un poco más de rodaje por salas o festivales podrían conseguir sentirse más cómodos en escena. Hoy, que ya han pasado unas horas, creo que los vi un tanto tensos, como la primera vez que vi a The Brew. Rebosaban talento pero se les notaba un poco intranquilos. A ratos, cuando miraba al teclista veía que miraba al cantante o al guitarrista, no sé si buscando complicidad o porque habría cometido algún fallo. Unos chicos que me cayeron muy bien. Disco que no me compré. Banda a la que trataré de seguirle la pista.
Entre tanto, de vez en cuando, miraba al chico de la barba, a ver si él también me miraba a mí. Él no bebió nada. Estuvo toda la noche de pie, mirando al escenario, casi inmóvil, sujetando su chaqueta con los brazos. Por la manga corta de su brazo izquierdo asomaba un tatuaje, y su pelo muy bien engominado me recordaron al único músico con el que he intimado en mi vida, aunque este desprendía más inocencia.
DeWolff salieron con su uniforme blanco compuesto por un pantalón de campana y una americana de solapas grandes, completamente setentera. Cada uno llevaba adornos diferentes. En las solapas del teclista podían verse una especie de cruz y media luna rojas. En las del batería algo parecido a unas ramas marrones. Del resto no puedo dar detalles, ya que sus instrumentos los ocultaban. El cantante portaba una suerte de serpiente verde por las piernas, dos aliens con guitarras en las solapas y un dibujo culminado con rayos en la espalda, bajo el letrero “ELPAPI”. Todos lucían melenas y barbas rubias, y botas de piel.
Aunque finalmente conseguí el set list, no sé identificar todas las canciones que tocaron. No necesito saberme las canciones de este tipo de rock setentero con el que me siento muy identificada. Sí reconocí una canción de las que había escuchado en spotify hacia el tercer o cuarto tema. Me arranqué a bailar, y me extrañó que muy pocos de los que allí asistíamos al espectáculo hicieran lo mismo.
Había dos micrófonos de pie colocados para solistas, que se habían quedado en el escenario de la anterior actuación, y el cantante de DeWolff utilizó los dos. Se movía de uno a otro, no sé si con intención o cuando veía que se acoplaba el sonido en uno  de ellos. He de decir que para mi poco educado oído el sonido fue razonablemente bueno, exceptuando un par de veces que el cantante tuvo que dejar de cantar por el típico chirrido desagradable.
Momento álgido del espectáculo fue cuando el cantante se subió encima del órgano hamond, y su cabeza se quedó oculta al público en el falso techo del escenario. Al bajar la cabeza y mirar al público de nuevo, se llevó el dedo índice a la boca para indicar que guardáramos silencio, ya que arriba había una familia durmiendo.
Creo que fue alrededor de ese momento cuando comenzó a hacer bromas. Poco antes había dicho que su nuevo disco se llama “Tascan tapes”, que en castellano se decía “Tascan tapes”, sin cambiar ni un ápice la pronunciación. Comentó que había sido grabado en su furgoneta, y que algunos temas los habían grabado en Barcelona durante su gira anterior.
Y fue en este momento cuando en mi cara se dibujó la gran sonrisa que no me abandonaría en el resto de la noche. Miré al chico guapo y él también me miró, y compartimos esta sensación de alegría máxima que uno siente cuando va solo a un concierto y tiene la sensación de estar siendo acompañado de primera mano por los artistas. Como si las bromas que han hecho en el escenario te las hubieran hecho a ti tus colegas, en un ambiente de fiesta de sábado noche total.
Creo que sólo muevo más mi espalda, hombros, brazos y piernas cuando tengo una clase dura de yoga. Me encanta lo que hace esta banda. Me ha encantado verlos en directo, y me encantará escuchar su precioso vinilo blanco firmado que adquirí allí. Trabajo para pagar estos vinilos y los viajes que me pego en verano.
Feliz Domingo amigos

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domingo, 20 de octubre de 2019

La furgo


-      ¿Vendes la furgo? ¿Por cuánto? Está muy chula
-      Bueno, como mínimo me gustaría 18.000, pero el precio es negociable. ¿Estás interesada?
-      Ay … sé que no debería ni mirarla, porque luego me pongo a hacer cuentas de cuánto creo que la voy a usar y cuánto me cuesta … y no tengo del todo claro que me compense. Pero si la veo … me voy a encaprichar.
-      De eso se trata. Al final seguro que la usas. ¿Por qué no vienes un finde y la pruebas?
-      Puff … ya me estás poniendo la miel en los labios …
-      Jejeje  … va, vamos un finde, te enseño los trucos para conducirla fácil.
(ella mira con incredulidad, ¿Qué está queriendo decir exactamente?)
-      (él ríe) ¿Por qué pones esa cara? No sería la primera vez que invito a alguien a pasar un par de días fuera en la furgo. Conozco sitios muy guapos a los que ir.
-      Ah, que te refieres a ir los dos juntos un finde, fuera, en la furgo.
-      Sí (él la mira fijamente a los ojos).
-      Ah (ella siente una mezcla de pudor, nerviosismo y reparo hacia la oferta).
-      ¿Qué pasa? – pregunta él, inseguro.
-      Ostia. Es que verás, ¿cómo es que me invitas? Es decir, lo normal sería que una tarde probara un rato la furgo y ya está. Me parece muy de agradecer, pero, ¿a qué viene invitarme a todo un finde?
-      Bueno Mayte es que me apetecería conocerte un poco más y cuando me has dicho que estarías interesada en la furgo, me lo has puesto a webo.
Ella se echa la mano a la frente y amaga la cabeza. Él mira callado. Aprieta un poco los labios. Tras unos segundos de silencio ella lo mira tapándose la boca. Respira profundo.
-      Es que … - dice ella rascándose la ceja – a ver, cómo te lo digo. ¿Vamos fuera un momento? Que me de el aire un poco y no haya mucha gente.
-      Vale
-      David tío, - seguía con la mano tapándole parte de la cara. Ahora se tocaba la nariz arriba y abajo con los dedos – mira, siendo ultra-honesta, me encantaría a mí también conocerte más, de hecho no me esperaba que me dijeras eso. Pero …
-      ¿Qué? Si tú también quieres pasar un finde conmigo, ¿Qué problema hay?
-      Pues … es que creo que nos podría perjudicar … trabajamos en el mismo sitio, pasamos mucho tiempo en la misma oficina … y mezclar el deber con el placer nunca me ha salido bien.
-      Mayte, a mí también me da miedo. ¿Crees que ha sido fácil para mí proponértelo, teniendo en cuenta lo cotillas que son todos en la oficina? Pero creo que compensa. La vida es demasiado corta como para dejar de hacer lo que te pide el corazón sólo porque tienes un poco de miedo, o porque antes de empezar ya ves alguna piedra en el camino.
-      Joder David, qué profundo … veo que llevas un tiempo dándole vueltas al tema. Y ahora qué hago yo …
-      Pues venirte el finde, sin ninguna pretensión, ni prejuicio, ni compromiso. A los dos nos gusta la naturaleza, ¿no? Pues vamos por ahí, nos damos una caminata, charlamos, … y que pase lo que tenga que pasar. Lo que sea estará bien. ¿Nos vamos?
-      A esa oferta no hay razón alguna para decir que no. Nos vamos.

Feliz Domingo

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