domingo, 23 de enero de 2011

L.A.

Es la segunda ven en la presente “temporada” de conciertos en que siento que los músicos se ajustan molestamente al patrón del chiste: llegan, tocan y se van.

Hace unos meses Anathema repitió la cita en la sala El Tren, actuación que hace un año cautivó y enamoró a todos los asistentes. Actuación que esta vez quedó a años luz de lo que (al menos yo) esperaba. Era como si todos los músicos, desde el primero al último, estuvieran allí cumpliendo exactamente con su trabajo, sin poner ni un ápice de sentimiento, sin importarles una mierda los que llenamos la sala y (a la vez) les estamos llenando a ellos el bolsillo.

El pasado viernes L.A. tocaron en Planta Baja, un concierto muy esperado por la audiencia, pues hace unos meses anunciaron la cita pero fue cancelada por razones desconocidas. Cierto es que tanta moñez en un grupo compuesto por músicos que provienen de diferentes bandas con diferente background es un tanto sospechoso. Lo que no me esperaba era ver a un cantante (al que inexplicablemente algunos/as llamaban “guapo”) con una actitud tan indiferente hacia los que tiene delante, tan impasible que apenas si nos dirigió una decena de palabras, y con una chulería tal que le llevaba a reírse cuando se equivocaba o tenía que afinar la guitarra después de cada canción. En cuanto a los otros dos guitarristas tengo opiniones totalmente encontradas. Uno portaba una Gibson con un sonido muy especial (la voz del imperturbable y esa guitarra son las principales razones por las que me gusta el grupo), con un porte, actitud y actuación correctos, nada a destacar ni por bueno ni por malo. El otro, con ambos brazos tatuados y unos movimientos más propios del que sueña con talonear a Metallica que de un acompañante a una canción de amor perfecto, no consiguió convencerme de porqué estaba allí.

Este conjunto de incongruencias, pasotismo ilustrado y gritos de júbilo al más puro estilo Alejandro Sanz (con todos los respetos) me hizo salir del concierto con una sensación agridulce: la calidad de la música y el sonido fueron bastante buenos, pero no pude evitar pensar que me estaban engañando, tomándome por tonto, sacándome la pasta que saben que voy a pagar convirtiendo la música en un negocio frívolo, como aquellos de los que quiero huir. Acostumbraba a refugiarme en la música para huir de esa insustancialidad de la sociedad capitalista, para buscar algo de creatividad, pensamiento propio y arte, una forma de expresión mediante la cual otras personas se hacen libres y pueden ayudarme a sentirme libre a mí, con la sinceridad y la honestidad como denominador común. Parece que tendré que buscarme otro refugio …

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1 comments:

Blogger CevO ha dicho ...

Si, los músicos que forman L.A. podrían haber interactuado más con el público. Dirigir algunas palabras a la gente que paga por verte no me parece una petición exagerada. Y traer una guitarra chunga tampoco sirve para dejar una impresión impecable (aunque la Gibson ES 335 moló un pegote...).

Aún así, una mala experiencia de vez en cuando me parece inevitable. Como en la vida diaria nos encontramos con personas que nos defraudan, igualmente esto nos pasará con algunos músicos. En este aspecto los músicos casi son humanos ;).

Sin embargo, la música como arte, afición o forma de ver o vivir la vida es más grande que las personas que se dedican a ella. O las que disfrutan de ella. No podrás de verla como refugio, porque siempre estará allí sin pedir ninguna contraprestación, y te seguiré dando alegrías con una pequeña desilusión de vez en cuando. Como la vida misma.

domingo, enero 23, 2011 10:26:00 p. m.  

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