domingo, 18 de noviembre de 2012

Look into the eyes of a placeholder for an attractive woman.

Esto fue lo que un proveedor externo a la empresa de Gabi le dijo el sábado por la noche. Él la había invitado a cenar. Estaban en el país extranjero que Gabi sólo había visitado un par de veces, por no tener apenas relación con el negocio. Pero era la sede del proveedor, importante por la escasez del producto que proporcionaba. Este hombre pertenecía a un rango de sociedad totalmente distinto al de Gabi. Para empezar era un hombre de negocios, algo muy normal, mientras que Gabi era una mujer ejecutiva, práctica menos extendida; tenía pasta a raudales, mientras que Gabi no sabía lo que era tirar el dinero; sobrepasaba en más de una década la edad de Gabi; también había pasado por la experiencia de tener una familia …. Sumando todo a nadie se le ocurre pensar (al menos no se le ocurrió a Gabi) que semejante señor al que le gusta reír y comprar coches de película (literalmente, tenía un Aston Martin) podría desear a una mujer como Gabi. Craso error.


La invitación fue algo que Gabi consideró un acto de extrema generosidad combinada con cierto afán de pavoneo al que no pudo más que rendirse. Una oferta así, formulada con tal cortesía, no aparece todos los días. Y ante esta tesitura de decir “sí” para comprobar qué es lo que pasa y decidir que puede o no pasar, o decir “no” para quedarse uno donde está, Gabi optó por el “sí”.

Tras la ensalada y la jugosa comida vino el camino de vuelta a casa. Y después de camino (caminante no hay camino, se hace camino al andar …) llegó la despedida. El momento “cada uno en su casa y dios en la de tós”, momento en el que Gabi no pudo evitar recibir un beso en la mejilla que la sonrojó, mientras aquel susurrado “You are a placeholder for an attractive woman” dejó patente que para los proveedores, todo en este mundo puede definirse en términos de huecos y el material con que rellenarlos.