Una Perla de Antígona

- ¿Que confíe en la vida dices? Yo no puedo confiar en la vida, no puedo confiar en que vaya a pasar algo bueno porque nunca ha pasado nada bueno, nada de generación expontánea, nada de suerte, nada de fortuna, nada de regalos, nada que no haya sido estricta y escrupulosamente ganado a pulso. Nada, ni nadie.
- Oh! Vamos, vamos, ya juntas las cejas, miras hacia delante y te lanzas sin escuchar a nadie. Mírame! tengo razón ...
- Yo no quiero tener razón, lo único que quiero es no pegarme más batacazos, no provocar más dolor del que ya ha caído sobre mis hombros, no sufrir más por nada ni por nadie si no es en absoluto necesario. No quiero más nudos en el estómago que me impiden andar cada día, no quiero más razones para no querer levantarme por la mañana, no quiero volver a consolarme con que ya falta un día menos para morirme y que todo acabe.
- Hermana, hermana! Para un segundo, cierra los ojos y respira. Ni todo el monte es orégano ni hay mal que cien años dure, y también sabes que Madrid no lo hicieron en un día. No te voy a pedir que te aventures en un salto mortal sin red ni que te tires desde un precipicio ... pero cerrarte en banda a todo lo que puede pasarte sólo por no arriesgar ... es dar por perdida la cosecha antes de haber arado la tierra. Sé igual de bien que tú que no es fácil, ni agradable muchas veces, pero es lo que tenemos. ¿No crees que será más bonito echar la vista atrás y estar plenamente segura de que lo has intentado todo? ¿No lo crees?
- De lo que estoy segura es de que me queda mucho por llorar, me queda aún mucho por resolver conmigo como para intentar resolver nada con nadie más.
- Pues no pienses en resolver nada con nadie ... remar a contracorriente no hará que avances, y aunque sólo sea de vez en cuando, la corriente va a tu favor, de la misma forma que hasta un reloj parado acierta la hora incluso dos veces al día.
- ¿Puedes darme una razón para confiar? ... Entonces no esperes que confíe.