lunes, 16 de enero de 2017

Borgen o House of Cards?

En los últimos años el panorama político español se ha vuelto muy interesante. Desde el ya histórico Mayo del 2011, mientras yo trataba de comenzar una nueva etapa en mi vida, las gentes acamparon en las principales plazas de las principales ciudades del país. Desde la caída del muro de Berlín cuando apenas era una niña, no recordaba que las personas que pueblan un país, realmente pudieran influenciar en la política. Y así aparecieron partidos políticos que no existían antes, otros cobraron más importancia y los de siempre … siguieron donde siempre.
Hará algo más de un año que una buena amiga me recomendó un par de series danesas. Cansada de las americanas de siempre, me dijo, había descubierto que los trabajos tanto televisivos como cinematográficos escandinavos aportan contenido a la vez que forma. Y así fue como descubrí Borgen. Engullí las 3 temporadas en poco tiempo. Es una de esas series que te atrapa y de la que te gustaría seguir viendo capítulos, aún sin importar cuál fuere el hilo argumental. ¿Y por qué? Porque en Borgen se demuestra cómo se puede hacer política siendo honesto con uno mismo y con los demás, sin necesidad de utilizar la manipulación. Tengamos en cuenta que estos políticos daneses, al menos en esta ficción, tienen verdadera motivación pública: hacer política para el pueblo, con el pueblo.
También me habían recomendado House or Cards. Dicen que el mismo Obama reconoció que esta serie representa con bastante fidelidad cómo es la vida en la casa blanca. Y con una adicción parecida, ya he visto la primera temporada y estoy un tanto picada con la segunda. Sin embargo, aquí la motivación de los protagonistas es … diferente. Frank, el protagonista que habla al espectador, hace carrera (per)siguiendo su interés personal. “A un paso de la presidencia y ni un solo voto emitido a mi favor. La democracia está sobrevalorada.”, dice él mismo en uno de los capítulos.
Y una vez conocidas ambas ficciones, no puedo evitar cuestionarme cuál de las dos me gusta más, de cuál puedo aprender más. Curiosamente, ambas formas de hacer política también las he vivido en mi vida laboral. Una, anteponiendo las personas, los valores y el bien común, y otra donde quien tiene poder lo utiliza con las capas que le quedan más altas, para ascender, dejando huérfanos a aquellos que el organigrama deja por debajo.
Dicho esto, no creo que tenga importancia cuál me gusta más, sino si quiero dedicar mi tiempo libre dedicado a series a trasladarme a un mundo de la gominola, en la calle de la piruleta, donde se puede ser poderoso a la vez que honesto, o si quiero utilizar este tiempo para ver en la ficción lo que desgraciadamente pueda ver en mi vida real. Y lo peor no es que la realidad sea así de triste. Lo peor es que la realidad siempre supera a la ficción.
Feliz semana.

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