Por todos es conocido que la entrega de un proyecto fin de carrera conforma un hito en la vida de todo estudiante; se supone que es algo que una vez terminado ha de liberarte de mucha responsabilidad, carga de trabajo, tensión, estrés, para dar paso a la libertad de que no se ha disfrutado durante el tiempo que el proyecto se ha cobrado, al relax, al dedicarse a lo realmente importante en la vida (con permiso de Maximus): el ocio.
Y así es. Quitando las ineludibles horas de trabajo y de camino de ida y vuelta al mismo, el resto del día lo dedico a dedicarme a mi soberana persona, en cuerpo, y en alma, a mi ‘yo, a mí. Viva el egocentrismo (que no egoísmo) y el hacer lo que me viene en gana. Ya no tengo que rendir cuentas ni a profesor, ni a fechas, ni a planificaciones, ni a documentación, ni a presentación, ni a notas que espero en el expediente, ni a frustraciones incipientes porque no he podido terminar la carrera después de tanto esfuerzo, ni a puta que los parió.
Ya llegarán otros tiempos en los que evaluaré si todo ha merecido la pena, y ese tipo de cosas en las que ahora no me voy a parar … por ahora, mi ombligo me pilla más cerca.
Y aunque sea martes a la hora de comer, Feliz Domingo.
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